Rebeldes de la tierra: Las mujeres del EZLN

El 1 de enero de 1994 el mundo recibió como torbellino una noticia que lo dejó parado: Un grupo de indígenas, en San Cristóbal de las Casas, se levantó en armas. ¿Por qué? ¿Cuáles eran sus demandas? ¿Quiénes eran aquellos enmascarados? Preguntas en un principio no formuladas, ya que como sabemos, lo primero que sucedió fue un pánico colectivo: La fuerza y convicción que mostró el Ejercito Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) no dejó a muchos dormir esa madrugada, el más alterado era, por supuesto, Carlos Salinas de Gortari. El iluso presidente soñaba que aquel 1 de enero sería recordado por la historia como “El día en que México entraría en el juego del primer mundo” con su Tratado del Libre Comercio de América del Norte; ahora se teje en nuestra memoria colectiva como el día en que se alzó el EZLN, exponiendo la violenta maquinación del neoliberalismo.

Autora: Ámbar Eugenia Gallardo Jones

Conocemos a uno de los grandes símbolos de esta lucha: el subcomandante Marcos (Ahora subcomandante Galeano). Su imagen ya forma parte importante de nuestra construcción social, aquel hombre mestizo que decidió unirse y prestar voz a las demandas de los zapatistas. Como su nombre de guerra lo indica, él es SUBcomandante, al servicio de los comandantes y comandantas del EZLN, aun así, la mayoría de la población mexicana sólo decidió mirar al sur y apoyar la causa zapatista, cuando descubrieron parte de la identidad intelectual de Marcos: Exalumno de la facultad de filosofía y letras de la UNAM, que ahora cubría su rostro con un pasamontaña negro, como todos los demás integrantes del grupo guerrillero. “Cubrimos nuestros rostros para que puedan ver los corazones”. Marcos marcó un símbolo de resistencia difícil de borrar, pero sin querer, con la ayuda de nuestra indiferencia por los grupos originarios y nuestros ojos europeizados, olvidamos nombrar a los verdaderamente importantes en la lucha, los rebeldes de la selva lacandona y sobre todo, de las rebeldes zapatistas.

Fotografía: Julie Ehrenzweig (@j.ewelles)

El subcomandante Marcos mandó una carta a Álvaro Cepeda Neri, que se publicó en la jornada el domingo 30 de enero. En ella nos cuenta de una mujer tzotzil, Susana, y dice algo de suma importancia: El Comité Clandestino Revolucionario Indígena (CCRI) la culpa del primer alzamiento zapatista, a modo de broma, en marzo de 1993. Susana se había dedicado a pasar por varias comunidades y recolectar demandas de sus compañeras, ideando ya lo que después se conocería como la “Ley de Mujeres”, documento revolucionario que cambió por completo la vida de las mujeres indígenas dentro de sus comunidades. Lo leyó frente a todos, causando pánico. Susana sabia que antes de hacer revolución afuera, había que voltear los ojos adentro, exigir los derechos que ella y sus compañeras no tenían. La semilla se estaba plantando. Las mujeres zapatistas ya no serian solo por el EZLN, se convertirían en su propia organización, rebeldes, indígenas, mujeres. Marcos dice que a pesar de que el comentario fue una broma, está totalmente impregnado de realidad: el primer alzamiento del EZLN lo ocasionó Susana, adentro. Las mujeres zapatistas prendieron su fuego, y sin ellas ¿Podría haberse dado la lucha?

A través de la cobertura que tuvo el segundo encuentro de las mujeres que luchan (2019), convocado por el EZLN en el caracol de Morelia, escuchamos las voces de varias mujeres que nos cuentan sus historias. “Las muchachas que se querían casar, tenían que ser primero amantes del patrón…”, “Nos decían que sólo los hombres tienen derechos, fuimos muy burladas por los hombres, violencia sexual, violencia física…”, “Los trabajos de nuestras madres solo fueron la esclavitud y el maltrato de nuestros padres y de los patrones…”. Entre estos ecos del dolor, rebeldes jóvenes de 21 años, comandantas, remarcan: “Para ser mujer zapatista hay que saber resistir, hay que saber luchar…”. El nombre de la comandanta Ramona también se repite, mujer tzotzil que lideró el movimiento zapatista, sin dejar nunca de luchar por los derechos de sus compañeras rebeldes.

Ramona, quien se guarda ya entre las letras de canciones militantes, poemas, como símbolo infinito de la resistencia. Patricia, Yolanda, Isidora, Dalia, Ana María… Falta espacio para nombrarlas a todas, pero su voz nos sigue los pasos, su sombra nos inspira al subir a la tribuna, encontrándose no sólo con las mujeres de otras organizaciones indígenas, sino, feministas de Latinoamérica, y nos dicen con su voz llena de fuerza:

‘Lleven esta semilla, vayan a organizar.’

Así como levantamos los símbolos en la memoria de los héroes, los guerrilleros y los militantes, viene siendo hora de erigir los de nuestras compañeras de lucha, todas desde diferentes trincheras y condiciones materiales resistimos, y con voz fuerte sin dejar espacio al silencio, reivindicamos nuestra historia ante un telar que pensaba que la rebeldía y la resistencia podía ser sólo masculina. Aquí estamos, nos dicen desde el fondo de la tierra, desde el pasado remoto hasta nuestro presente, pasando por todas las luchas: resistimos ayer, hoy y siempre, hasta que, como nos enseñan las mujeres zapatistas, exista un mundo donde quepan muchos mundos.

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