¿A dónde iremos?

Ilustración por: L.R

A los que se fueron, y a los que los recuerdan:

Cómo fantasmas, de mirada perdida en los pasillos de tumbas, como fantasmas arrastrando las fotos de los desaparecidos, con su nombre clavado en la lengua, entre sollozo y silencio impune. Como fantasmas vamos atravesando los días, buscando entre las sombras huecos de libertad, buscando una palabra y un deseo que nos demuestre que no nacimos para morir, que la tierra a la que volveremos será lóbrega, bañada con lluvia y no con llanto. Sólo pedimos un día en que las flores sean distintas, un día en que las luces se apaguen, y en medio de la oscuridad el fuego sostenga las miradas, ese día recordaremos en silencio los nombres por tradición heredada de la ausencia; entre risa y lágrima construiremos sus voces, y los muertos que son recordados siempre, poblaran de nuevo nuestro mundo, con la diferencia de las flores y los fuegos, de los abrazos fortuitos con extraños.

Cuentan que el velo entre los dos mundos se deshace, que la diferencia entre muerto y vivo se evapora. ¿A dónde vamos, donde quepamos todos?, en esta tierra donde las madres cavan la tierra para encontrar a sus hijos, en esta tierra donde los niños tienen la mirada pesada, y cada noche estalla un llanto como el disparo de un arma. ¿A dónde vamos, para abrazar a nuestros muertos?, ¿Será a las fosas, a los anexos? ¿Será en lo oculto de las calles? O al menos un día, en la tormenta, en las estrellas, en el canto de las aves de mañana, al menos un día será donde nos encontremos con ellos, en la belleza del silencio, en las hojas de los libros y en el polvo de un cuarto que no se abre. Nos refugiamos los vivos en la metáfora, escondiendo a nuestros muertos en la belleza de los objetos sublimes, tallando su nombre con nuestras bocas, para que no se olvide su rostro entre los números.

Y que este día de recuerdo siga nuestras huellas por la vida, recordando que somos un país de polvo que se deja tras la vida. Polvo sabor a ausencia, que vuelve viciosamente como nosotros a los muertos, llorando involuntariamente en los atardeceres, anhelando un último abrazo y una última nota de sus voces. Polvo, sólo queda polvo tras la muerte, y si la tradición nos regala un día en que el cielo y la tierra conspirasen para hacer realidad el sueño del regreso, lo tomaremos. Y si bajaran aquellos que partieron cierto día y cierta hora inolvidable, lo tomaremos. Y si existiera la ocasión de un soliloquio donde nuestras palabras la escucharan los muertos, lo tomaremos. Con sonrisas entre lágrimas secretas, abrazando el olor de las flores naranjas, en la noche, esperando a los espíritus.

Aún hay espacio para los desterrados de este mundo en la tierra de los corazones.

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